LADY BELL

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María llegaba a casa cansada y aburrida de compras, recados y demás historias que le habían hecho perder la tarde. Ahora en casa, recordó que la cocina no estaba rematada, la ropa sin recoger y, por supuesto, sin planchar… Planificaría, en eso era buena. Miró el reloj, le daría tiempo a casi todo. El sonido del teléfono le sobresaltó, últimamente su corazón se asustaba por nada, tendría que arreglar eso.

- ¿Dígame?

- Hola María, mi María… soy Bell
.. ¿Cómo Bell? ¿Qué Bell? No recordaba ninguna Bell, pero esa voz…. Esa voz… con otro acento, cierto, pero…

- ¡Bell! ¡Dios Mío!

Llegaron los recuerdos, todos, apretujados, luchando entre sí, abriéndose paso, a empujones, sin orden, sin colocar. Llegaron las asignaturas, la mesa camillas, los días de invierno, los suspensos (los suyos, no los de Bell) los líos (los suyos, en los que metía a Bell) las risas, las sonrisas … la carita de Bell…

- Pero, ¿Cómo? ¿De dónde sales? No entiendo nada… esto es un sueño.

- Encontré tu blog, por casualidad, trasteando, no daba crédito, la foto, tú foto, eras tú mi María, mi querida María, de nuevo. Busqué en la memoria, en la trastienda de mis recuerdos, tenía el teléfono, sabía que lo tenía… y aquí estoy.

María olvidó los flecos que hacía sólo un momento eran importantes, olvidó el calor de la plancha, el grifo abierto, la ropa arrugada, el suelo esperando. Recuperó el brillo de sus ojos, la juventud perdida, la adolescencia añorada, el amor amigo y la caricia cercana.

Pasaron y se fueron los minutos, se durmió la mano cerca del oído, se despertó el descuido que se había extraviado, Volvieron los idiomas no encontrados, se unieron caminos olvidados, regresando a su modo y a su lado.

- No volveré a perderte. Quédate conmigo. Deja que mi vida se entremezcle con la tuya, ahora que podemos, ahora que queremos.

- Ahora será lo que nosotras queramos que sea.

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