UN ABANICO A TRES. DOS MEDIADORES

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Esta cara morena, abanicada, recogiendo el aire que le doy alborotado. Mueve la muñeca con cierta gracia, me cierra y abre con desparpajo y evita hacer ruido con el batir oportuno de mi vaivén. Creo que le pertenezco y le gusto. Mis aires marrones, casi granates, conjuntan con el tono de su piel. Definitivamente me sonríe ¿Pero qué hace, por qué me suelta?

Paso a la pelirroja por las manos firmes y suaves del pintor, quien en un momento entretiene sus risas en mis varillas y desoye el apremio del rojo mohín. Cuando por fin me tiene, se vuelve fuerte, rápida, certera, deshace el bochorno y desaparecen las gotas maliciosas que intentaban perlar donde no debían.
¡Qué energía! Veo sus ojos cerrados recibiendo todo el aire, sin desperdiciar ni una simple ráfaga… al minuto siguiente pasa de mí.

Me cierro sobre las manos abiertas de la decisión y me recoge un mediador sereno, con la sonrisa abierta en una risa placentera y cómplice con un escenario lejano en el tiempo y cercano en el olvido. ¿Me abre?, ¿Me está abriendo? Me siento medio espachurrado en unas manos de leves uñas y buen cantar.

Hay una pelirroja en lontananza que succiona el viento que le llega, robando y rescatando cualquier soplo perdido. Así, en silencio, sigilosamente, acerca levemente su pelo donde no quedan rivales inoportunos y puede moverse con libertad.

Cuando abro los ojos volviendo a respirar después del apretón, me topo abiertamente con una melena rubia y un cuello altivo, el moño al desaire, casi arrepentido de ser y no estar. Llego directamente a una piel blanca, sentándome, ¡Por fin! A descansar en un regazo amigo, entre unas manos quietas.

El mediador me atrapa, me pilla y vuelvo a trabajar. Repaso lo aprendido una vez, dos, tres mil. Paso y repaso y vuelvo a pasar. ¡Un abanico a tres!, ¡dos mediadores! ¡Qué cansado es ser el aire de los calores!

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Adu, (Arturo) Marina, (Juanfran) Maika..... y un abanico

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