Mil novecientos... ... ...

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Cuando abría la puerta, el espejo le devolvía su imagen. Ni un solo día de tregua. Aquella luna casi plana, presidiendo el recibidor, le recordaba el día que había pasado. Bueno, malo, o simplemente…pasado.

Hoy, le miró de frente. Se encontraba estupenda. Había elegido un pantalón beige de pana fina, poco ceñido, que disimulara esas cosas redondas que, a veces, sólo a veces, se asomaban por encima de la cintura. Cuando abrió el cajón de las camisetas, encontró una que ya no osaba ponerse, verde, ceñida, de manga pirata ¡Cómo le gustaba ese nombre para una manga! La cogió. La manga era perfecta. Consolidó su atuendo con un poncho blanco de lana suave que las Reinas Magas, tan listas ellas, le dejaron debajo de aquel árbol, asomando apenas bajo el espumillón.

Volvía de tomar café. Con la sonrisa puesta, el pelo brillante por mil gotas de rocío. El corazón alborotado. Una tarde perfecta para recordar.

Mientras subía por la escalera pensó ¡Prepárate espejito. Hoy no podrás conmigo! Es el primer día de mi nuevo año.

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Hoy, desde las doce de la noche y hasta las 23'59, seré la protagonista de esta historia. Después perderé el zapato y volverá Cenicienta... hasta el próximo 20 de enero.

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