Si compartes tu mirada conmigo,
si me cuentas
qué tienen las hojas en el rocío
quizá...sólo quizá,
te cuente mi secreto.
#habíaunavez
Si compartes tu mirada conmigo,
si me cuentas
qué tienen las hojas en el rocío
quizá...sólo quizá,
te cuente mi secreto.
#habíaunavez
El narciso buscaba un cristal acuoso para ver su reflejo, él no era demasiado
exquisito, le servía cualquier riachuelo, una pequeña laguna, incluso un charquito
limpio y transparente. En estas estaba el delicioso galán cuando un Trepador
azul, haciendo equilibrios casi imposibles, se sujetó a una rama para llegar a su delicioso néctar.
El narciso contuvo el aliento, quedó inmóvil viéndose reflejado en los ojos del trepador. Le dio todo su néctar con un suspiro arrebolado.
Cuando el pájaro agitó sus alas, el narciso le robó el viento y volando en su estela lo siguió. Fue su último acto de amor.
Te dejaré plantado de momento,
porque no sé quien eres. Tampoco sé si vas o vienes, si me miras o me tengo que
esconder. Tu luz es amarilla, pero te veo azul en mi memoria y los blancos
intensos se han perdido.
Se ha caído la última hoja de la maceta
granate sobre el alfeizar del ventanal, con un ruido brutal de mariposa moribunda.
Es una hoja alargada amarillenta, como el reflejo que te presta la luna… sí,
conozco a la luna, ella hace esas cosas, no te sorprendas, esas y otras, con
algunas más que no puedo contarte.
Fotografía robada aquí.
Fuera llueve torrencialmente.
Al cielo le sobra agua y nos la arroja a borbotones locos para despertar
nuestro letargo otoñal.
Me cobijo entre cojines
después de haber estado, por mucho tiempo, detrás de la ventana, escuchando los
truenos y sintiendo el fogonazo de los rayos cercanos.
El cojín de mi espalda, muy
grande y mullido, queda fijado con mi particular postura para leer, el de hojas
de arce reposa en mis rodillas esperando el libro.
Es pequeño, delicioso, uno de
esos libros de antes, con un color de antes y una textura de hace tiempo.
Árida, se titula, de Antonio Tocornal. En su dedicatoria hay una cabeza de
ganado áridamente seca.
Las mangas de mi jersey azul
brillante, llegan hasta media mano, así es como me gusta.
Leo.
Al pasar las hojas, la manga
se dobla a la mitad sobre sí misma...y yo no me molesto en colocarla.
¿Qué esconde el reflejo de la lente en tus pestañas? Son letras o es sólo un guiño que me provoca? Juegas con el arco de tus cejas a clavarme las saetillas que otros cantan a vírgenes y santos.
Una vez, hace mucho tiempo, con la misma mirada...a punto estuve de leer tus secretos, sé que hoy, ni me acerco.
Angelo Trezzini me pilló cosiendo. Mientras me dibujaba cerré los ojos un momento, me quedé dormida.
La tela azul y el encaje se daban la mano, la música sonaba en mi cabeza, las puntadas iban saliendo de mi pequeña aguja... pero no eran suficientes, nunca serán suficientes. Cansada, muy cansada, dejé de posar.
Dibujabas como si el mañana te estuviera pisando los talones,
tus frenéticas pinceladas me recordaban a ti, lo cual era curioso porque tú
estabas allí.
- - Dame una palabra y te la
dibujo.
- -- Melancolía.
- - ¿No puede ser otra? ¿Tristeza?
- - Melancolía.
Tu pincel con tinta china disuelta, en más o menos agua, comenzó
a recorrer el papel, ya embadurnado con puntos de fuga que, perdóname, yo no
entendía.
- - No es fácil…
- - Ya me imagino...
Mientras tú seguías con tus líneas y te esforzabas en que
parecieran melancólicas, yo iba viendo a mi vampiro favorito con una mirada
aviesa y una sonrisa inquietante…luego le marcaste dos lágrimas y me dijiste: Tristeza.
Semi escondida detrás de las filigranas doradas me acerco al baile. No me gusta bailar, pero la música tiene el poder de apasionarme con sus voluptuosos ritmos.
Me siento en la gran escalinata de mármol, mi cuerpo se arquea
embriagado de la sutil y voluptuosa atmósfera que envuelve el salón. Te veo
llegar a lo lejos, cierro los ojos y sonrío…si no los abro a tiempo, el verde
transparente de mis ojos de gata no te atrapará y pasarás de largo.
Lleno, relleno de sueños voladores, lo que les hacía difíciles de atrapar. Los sueños no se cumplen, se condenan a la realidad, a veces por voluntad propia y otras por aquello de la fuerza centrípeta que nos explicaban y que no siempre entendíamos.
Los globos aerostáticos hacen que todo sea fácil, aún mejor si el piloto te ofrece cava a la salida del sol... pero esto se lo contaré cuando tenga más años, menos sueños y más realidades.
Hoy sigue lloviendo y el fuerte viento desplaza la tormenta, que se aleja de mí. El viento y yo casamos mal, por eso nunca le he permitido despeinarme.
Era azul, con toques rosas, apenas unos toques, y estaba cosido a mano, a mi mano.
Era azul y estaba cosido a mano, también a mano y poco a poco, había metido el relleno, blanco y mullido, el cual se escapaba entre los dedos, llenando de copos de nieve sus pies.
El agua de la lluvia se dejaba mecer por el fuerte viento, golpeando paredes, árboles, toldos, sacando el agua de las macetas que descansaban en los balcones.
No había truenos y eso le ponía nerviosa, ni relámpagos amables que iluminaran sus ojos.
Era azul y estaba cosido a mano, a su mano.
Un grupo de ranas saltaban y chapoteaban en el río felices y
contentas. Llega la tormenta, dijo una de ellas, será mejor irnos a casa. Dos
de estas ranitas; Gu (de Gumersinda) y Bru (de Brunilda) eran inseparables
desde renacuajas.
Vamos Gu, dame la mano y corramos que nos pilla el chaparrón.
No, no espera Bru, allí enfrente se mueve algo, dijo Gu, creo que es tu
hermana, vamos a esperar porque nos necesitará para llegar a casa.
No es mi hermana, es solo una hoja verde mecida por el
viento, coge mi mano y fíate de mí.
Es tu hermana y no podemos dejarle a su suerte, si lo sabré
yo que he jugado mil veces con ella, debemos esperar.
Pero mujer, respondió Bru un tanto enfadada, si sabré yo
mejor que tú si es o no mi hermana, tú solo fíate de mí, es una hoja verde,
coge mi mano que al final la que se ahogará en la tormenta serás tú por
cabezona…
Hay que decir que a Gu le gustaba tener razón y la hoja ya
era una rana por convencimiento propio.
La tormenta llegó, fuerte, furiosa, como deben ser las
tormentas. Las dos ranitas fueron devoradas por el torrente del río que no
pidió explicaciones de si era una rana o una hoja verde.
MORALEJA: Fíate de quien te
tiende la mano, al final da igual hoja verde o rana a lo lejos, lo importante
es quien te sujete en la tormenta… perder no debería ser una opción.